13 de noviembre de 2013

POSEIDA


Ya era la hora de acostarme
Y se me hacía un poco tarde,
Con los ojos entreabiertos te miré
En plena desnudez sobre mi cama.

Tu luz se reflejó en mí
Encandilando mis sentidos
Guiándome hacia tus pronunciadas caderas
Y a tu minúscula cintura.

No pude evitar tocarte,
Tomarte en mis brazos
Y escucharte cantar para mí
Tus versos irrepetibles.

Tus cuerdas me ataron
Haciéndome sentir fresco
Y aturdido del placer,
De la belleza,
Del don que me da la vida
De poder tocarte,
De poseerte, mi infinita mujer.

Qué brebaje mágico me has dado,
Con qué veneno me has controlado,
Que no puedo saciarme de ti.

Es la música que inspiras
Hacer sentir y nacer
Con las manos apretadas
Casi incrustándose en ti.

Me provocas la necesidad,
Un poder infinito a mi libido incontenible.
Me has hecho desvanecer
En esta madrugada,
Desvanecerme, como las cenizas
Que se desprenden de mis manos
Ardientes posadas sobre ti.

Eres el infinito mío
El universo que buscaba
Para compartir
Mi único amor eterno.

Ninfa de seis cabellos
Me has hecho morir
Para volver a nacer dentro de ti
Y de tu belleza,
De tu frecuencia infinita
Redoblando en mi vibración
Como un mantra sanador.

Al fin me has liberado
Para poder decir:
Tómame a mí en tus milagros,
Te amo sólo a ti.
Mi pasión empedernida,
En mi guitarra poseída.